22 de julio de 2008

Aire

"No soy hoja de árbol genealógico", le dijo una tarde la hoja al nombre que quería ser su rama. Y dicho esto, ella misma cortó su peciolo y se dejó caer. Al rato se oscureció la hierba, se acurrucaron las briznas, apareció la luna con sus flechas en la boca. Y la hoja seguía alimentándose de horas frías y nutritivos silencios. A la mañana siguiente, donde había estado la hoja, había ahora un lecho de musgo, y debajo, un hatillo de secretos se deshacía y fluía como el agua. Hasta aquí llega ese reguero de palabras.

3 comentarios:

38 grados dijo...

Tras perderme por el bosque, por fin te he encontrado.

A eso se le llama una hoja anarquista.

Un besote.

Anónimo dijo...

Buen comienzo para esta segunda parte. Un placer perderse en tu bosque.

sabelilla dijo...

Si llegas a estar mucho tiempo perdido, habría ido a rescatarte38 grados. Me gusta que estés aquí.

Bienvenido de nuevo, Júcar, el placer es mío.