
Mediodía huele a naranja en tu cocina,
es la luz con canela en el horno
y el tacto dorado de tus dedos repartiendo azúcar.
Abres la mano para liberar tu olor de avellanas
y es tu lengua lo más crujiente de todo.
No se me ocurre un color más tostado
que el de la miel de tus ojos-almendra
mientras cantas en la cocina.
Y yo vuelvo a sentirme niña
adicta a las tardes y a las meriendas,
al chocolate caliente y a los besos templados,
y vuelven tus manos a trabajar la masa,
y a mí me parece que me acaricias por dentro
y que después me abrazas.
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